¿POR QUÉ CRISTO SE QUEJÓ DE HABER SIDO ABANDONADO POR DIOS EN LA CRUZ?, por Javier Garin
Por Javier Garin
"33 Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías.
36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elías a bajarle.
37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró."
Esto cuenta el Evangelio más antiguo, el de Marcos. Los estudiosos consideran que este Evangelio está estructurado alrededor del episodio más importante, la Crucifixion (probablemente un relato anterior), al que el evangelista adicionó hábilmente el resto de la vida y predicación que conocemos.
Mateo relata lo mismo con pocas diferencias.
El sentido de las últimas palabras de Jesús no debió ser nada enigmático en la época y el medio social de circulación de ambos Evangelios. Lucas, en cambio, encuentra chocantes para su público las últimas palabras de Jesús y las reemplaza por otras de aboluta confianza en Dios y no de queja o duda:
"46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró."
Juan, que se supone fue el único que estuvo presente en la muerte de Jesús, y que cuenta toda su historia de manera por completo diferente, tambien aquí da su propia versión. Sabemos que se cuestiona la autoría del Evangelio joánico por el Apóstol, pero, aún si no fue escrito por él, lo fue por sus discípulos directos de Éfeso, que indudablemente escucharon de su propia boca sus relatos. Narra:
"28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.
29 Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.
30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu."
Durante siglos el relato de Marcos y de Mateo apareció como enigmático y contradictorio. ¿Por qué Jesús le reprochaba a su Padre que lo abandonara? ¿Por qué los evangelistas escogieron precisamente esas palabras de aparente desesperacion para ponerlas como últimas, como legado del héroe de su historia? ¿Qué clase de héroe era que flaqueaba en el instante supremo, no sólo con la debilidad propia de alguien que teme al dolor o a la muerte, sino que flaqueaba, precisamente, en su fe? El mismo Jesús que una y otra vez reprocha a sus discípulos que no crean lo suficiente, que amonesta a Tomás por no haber creído en la resurrección, aparece aquí perdiendo la fe en el instante supremo.
Es evidente el absurdo del relato literal, y son claras las razones por las que Lucas y Juan decidieron modificarlo. ¿Pero por qué Marcos y Mateo lo incluyeron?
Es preciso entender que los Evangelios no son crónicas históricas ni biografías; su finalidad no es transmitir los hechos con exactitud y veracidad irreprochables: fueron piezas concebidas para predicar y convertir, y especialmente en el caso de Marcos y Mateo, para convencer a los judíos de que Jesús era el Mesías anunciado. Por tanto no hay razón aparente alguna para que intencionadamente pusieran en su boca palabras tan desfavorables. Más bien parecen ir en sentido contrario al propósito de los Evangelios. Y como ellos mismos no fueron testigos de la Crucifixion, no hay seguridad alguna de que tales palabras sean reales o que los testigos de la muerte de Jesús hayan podido acercarse lo suficiente como para oir lo que murmuraba en su último aliento. Está claro que la frase problemática fue puesta a propósito, que cumplía una función y que muy probablemente fue introducida por los evangelistas, no como elemento de autenticidad histórica, sino para transmitir un mensaje. ¿Pero qué mensaje?
Esta cuestión preocupó y afligió a generaciones enteras de cristianos que leían literalmente los Evangelios, y los teólogos debieron esforzarse para explicar la repentina desesperación de Jesús.
Ya en los primeros siglos del cristianismo aparecieron corrientes que postularon interpretaciones divergentes. Los docetistas, por ejemplo, negaban la naturaleza humana de Cristo y sostenían que su humanidad era puramente aparente: que el cuerpo de Cristo era una ilusión , y por tanto no sufrió ni podía haber sufrido dolor, miedo o abandono. Marción, una de las figuras más destacadas de esta forma de pensar, sostenía que Cristo era enteramente divino y por tanto incorpóreo, pues Dios no puede tener cuerpo ni padecer. No hay lugar aquí para discutir últimas palabras pues toda su crucifixion en realidad no existió, fue una apariencia, un montaje teatral: el cuerpo de Cristo padeciendo en la Cruz era una simple fantasmagoría.
Carpócrates de Alejandría, y otros gnósticos que combinaban cristianismo y platonismo, así como el judeocristiano Cerinto, autor de una célebre herejía en boga en el siglo II -contra la que combatieron varios Padres de la Iglesia- pensaban que Jesús era humano, nacido de mujer y había muerto efectivamente en la Cruz, pero que la entidad mística Cristo, principio espiritual, había entrado en su cuerpo en el momento del bautismo en la forma de una paloma, dotándolo de infinita sabiduría y del poder de hacer milagros, y que en la crucifixión el espíritu Cristo se había salido del cuerpo para reunirse con su Padre Celestial, abandonando al hombre Jesús a su padecimiento. De manera que el único que padeció y murió fue Jesús, no el principio espiritual Cristo. De allí que al acercarse la hora de la muerte y sentir que Cristo salía de sí, Jesús exclamara: "¿por qué me has abandonado?".
Estas herejías ( y las herejías opuestas, que sostenían en diferentes variantes que Cristo no era divino o no era igual al Padre) fueron intensamente combatidas desde el comienzo. Ya en el siglo II, los primeros Padres, como Tertuliano, defendieron la idea de que Cristo había sido realmente humano, vivido y sufrido como tal, sin dejar de ser divino. La doble naturaleza humano-divina de Cristo resultaría la doctrina triunfante en el Concilio de Calcedonia del año 451: "se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres."
En la visión usual de los teólogos posteriores al siglo II la admisión del carácter humano real de Cristo implicaba aceptar sus padecimientos, flaquezas y dudas como expresión de su humanidad. Había una nota confortante en esa comprobación que hacía a Cristo más cercano aún al hombre común, como también Pedro permitía, con sus agachadas y vacilaciones al negar por miedo tres veces a su maestro, que un simple pecador se sintiera identificado. Señaló alguna vez Atahualpa Yupanqui: "¿Se imagina qué soledad habrá sentido Cristo cuando pronunció las consabidas palabras? Si Él, que fue el Hijo de Dios, se sintió tan solo, ¿nosotros, entonces?". Esa imagen de soledad completa, o más bien desolación, del hombre abandonado de todos aparece expresada magistralmente en el Cristo de Velazquez: una fría luz cenital otorga más dramatismo a la soledad del crucificado. Dolor, abandono y escarnecimiento que despiertan la compasión del creyente, como bien expresa uno de los más hermosos sonetos de lengua castellana, de autor anónimo, alternativamente atribuido a Santa Teresa y a Lope de Vega:
"No me mueve, Señor, para quererte,
el Cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por ello de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Sin duda la poderosa identificacion con el sufrimiento de Cristo jugó un papel fundamental en el éxito proselitista del cristianismo. Ahora bien: aunque hasta de la debilidad se puede sacar partido, no parece que los primeros dos evangelios hubieran optado por presentarnos a un Jesús desamparado y sin fe en sus últimos momentos, ya que ese mensaje era demasiado humano y demasiado poco propicio para convencer a ningun judío (público al que mayormente estaban destinados esos dos textos) de que se trataba del Mesías. Por otra parte, la flaqueza humana de Jesús ya había sido retratada con suficiente detalle en la escena del huerto de los olivos, donde queda patente que el hombre que va a morir de una muerte horrible teme y pide que se aparte de sí ese cáliz (Mc.,14, 33-36). No era necesario insistir con tanto morbo para subrayar la humanidad de Jesús.
De hecho, ha sido un argumento utilizado en contra de la fe. Algunos cultores del Jesús histórico de orientación anticristiana o cuando menos fuertemente agnóstica, han elaborado la tesis de que Jesús de alguna manera creía que iba a resultar triunfante en su confrontación con el status quo, que los ángeles vendrían a rescatarlo a la hora del peligro y que, al comprobar su fracaso en la cruz, se desmoronó, reprochándole a Dios su abandono. Los ateos de todo signo que no llegan al extremo de negar la existencia misma de Jesús exclaman con satisfacción: "Creyó que era el Mesías y murió como un perro reclamándole a Dios su abandono".
Por tanto, los evangelistas no podían abrigar este propósito al incluir la aparentemente desesperada frase. Una explicación mucho más plausible la brindó Erich Fromm hace ya varios años en el libro "Y seréis como dioses", apéndice titulado "El Salmo 22 y la Pasión". Hemos de tener en cuenta que Fromm no sólo fue uno de los principales psicoanalistas del siglo XX, miembro insigne de la Escuela de Frankfurt, sino tambien un entrenado biblista al provenir de un hogar judío ortodoxo y haber dedicado muchos años al estudio de las escrituras, conocimiento recogido en varias de sus obras y en un interesante ensayo sobre la evolución de la cristología primitiva.
"En la tradición judía, que dura hasta nuestros días -señala el eminente psicoanalista-, los libros del Pentateuco, o las porciones de ellos que se leen semanalmente, y algunas oraciones, son citadas por la primera palabra importante o por la primera frase. Algunos salmos se citan solamente por las primeras palabras o sentencias. Por ejemplo, Ashrei (Salmo 1), o Al naharot Bavel (Salmo 137). Es posible que en la época en que se compusieron los primeros Evangelios, el Salmo 22, por analogía con este uso, fuera citado también por su primera frase importante. En otras palabras, el Evangelio nos dice que Jesús, cuando agonizaba, recitó el Salmo 22. Si así fue, no hay problema que resolver."
De acuerdo a Fromm, la costumbre de citar los salmos por el primer versículo o frase implica que Jesús no se estaba quejando sino evocando el salmo 22 en su conjunto, que es considerado hoy por los cristianos un salmo proféticod e la crucifixion y anunciador del Reino de Dios. El salmo es de los llamados "dinámicos", porque evoluciona de un estado de ánimo a otro, en este caso, de la inicial desesperanza al triunfo y la celebración de Dios. Jesús no se estaba quejando sino proclamando su triunfo mediante el cumplimiento de las profecías.
Este salmo, observa Fromm va de la despesperacion a un afecto entusiasta de fe y esperanza. "En verdad, no hay casi ningún salmo que fuera más adecuado a la afectividad entusiasta y universalista de los primeros tiempos de la Cristiandad que el final de este salmo: "Posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta la postrera generación. Vendrán y anunciarán su justicia; a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto."
"¿Cómo puede explicarse que la mayoría de los teólogos católicos -se pregunta Fromm- aceptaran la idea de que Jesús murió pronunciando palabras de desesperación, sin advertir que murió recitando el Salmo 22? La razón parece sencillamente ser que los eruditos cristianos no pensaron en esta trivial costumbre judía de citar un libro o un capítulo por su frase inicial. "
Que los cristianos posteriores, y sobre todo los provenientes del paganismo, olvidaran o desconocieran que las palabras de Jesús en la Cruz aludían al Salmo 22, y no eran una expresion de desesperanza sino, por el contrario, de triunfo, es comprensible. Pero evidentemente el público al que iban destinados los dos primeros evangelios debió entender desde el comienzo de qué se trataba. Es muy probable que el salmo 22 se considerara profético y mesiánico antes incluso de la muerte de Jesús, y que se lo vinculara al regreso triunfal del profeta escatológico Elías. Adviértase el comentario que los evangelistas ponen en boca de los espectadores: "Mirad, llama a Elías", el personaje profético que se suponía no había muerto y regresaría triunfante a la tierra al instaurarse el reino de Dios. El propio Juan alude al salmo 22 sin necesidad de mencionarlo, como a algo muy conocido, cuando escribe: "sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed." ¿Para que se cumpliese qué escritura? Precisamente el salmo 22, en su versículo 15, donde dice: "Y mi lengua se pegó a mi paladar"...
La referencia al salmo 22 y la idea de que por un versículo se cita todo el salmo en su conjunto aparece desentrañada en el siglo II por San Justino Mártir , para quien no había duda que el primer versículo enunciaba todo el salmo como el cumplimiento de una profecía referida a Cristo ("Trifón", capitulos 99 a 106). En igual sentido señala Loisy: "el Salmo 22 domina todos los relatos de la Pasión. Nada más natural que poner sus palabras iniciales en la boca de Cristo agonizante". En un ciclo de catequesis de 2011, el papa Benedicto XVI asumió como propia esta interpretacion, señalando que "no fue un grito de desesperación, sino el comienzo de uno de los salmos más profundos del salterio, que Él, como buen judío, conocía muy bien." Y añadió que ese salmo es “una oración sincera y conmovedora, de una densidad humana y una riqueza teológica que lo convierten en uno de los Salmos más rezados y estudiados de todo el Salterio”.
De hecho, la lectura del salmo 22 resulta impresionante por su predicción detallada del sufrimiento de Cristo en la Cruz y por el anuncio del triunfo divino, lo que lleva a la conclusión, para el creyente, de que el salmista realmente profetizó la Crucifixión, y para el no creyente, a la hipótesis de que Marcos, al elaborar el relato de la misma, se atuvo casi versículo por versículo a la descripción profética del salmo 22. Observa Fromm: " Así, Mateo (27-29) habla de los soldados romanos que "le escarnecían". El Salmo 22:7 dice: "Todos los que me ven me escarnecen". Mateo dice (27:43): "Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere". El Salmo 22:8 dice: "Sálvele, puesto que en él se complacía". Mateo 27:35 dice: "Repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes". El Salmo 22:18 dice: "Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes." Además, el salmo dice: "horadaron mis manos y mis pies".
Veamos las alusiones proféticas del salmo que prefiguran la crucifixion tal y como aparece relatada en los evangelios.
6 Mas yo soy gusano, y no hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
(El pueblo prefiere la liberacion de Barrabás)
7 Todos los que me ven me escarnecen;
(Los soldados se burlan de Jesús y le colocan una corona de espinas, lo crucifican junto a dos ladrones).
Estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:
8 Se encomendó a Jehová; líbrele él; Sálvele, puesto que en él se complacía.
(En la Cruz, precisamente esto es lo que dicen los espectadores en son de burla)
9 Pero tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.
10 Sobre ti fui echado desde antes de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.
(Posible alusión a la concepcion milagrosa).
11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; Porque no hay quien ayude.
(Jesús queda solo en la Cruz en manos de sus enemigos, sin nadie que lo defienda; hasta Pedro lo niega)
12 Me han rodeado muchos toros; Fuertes toros de Basán me han cercado.
13 Abrieron sobre mí su boca Como león rapaz y rugiente.
(Desde que es capturado queda rodeado por sus enemigos, los sacerdotes, los romanos, la soldadesca).
14 He sido derramado como aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera, Derritiéndose en medio de mis entrañas.
(Alusión a la crucifixion en el descoyuntamiento y al lanzaso en el costado de cuya herida brota agua).
15 Como un tiesto se secó mi vigor, Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte.
("Tengo sed")
16 Porque perros me han rodeado; Me ha cercado cuadrilla de malignos; Horadaron mis manos y mis pies.
(Los clavos de la cruz).
17 Contar puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me observan.
18 Repartieron entre sí mis vestidos, Y sobre mi ropa echaron suertes.
(Los soldados echan a suerte sus ropas)
En el final del salmo, el justo castigado injustamente es socorrido y viene el anuncio escatológico del reino de Dios y un versículo de cierre que fue interpretado como profecía del advenimiento del pueblo cristiano entre todas las naciones:
26 Comerán los humildes, y serán saciados; Alabarán a Jehová los que le buscan;Vivirá vuestro corazón para siempre.
27 Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
28 Porque de Jehová es el reino,Y él regirá las naciones.
29 Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; Se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, Aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.
30 La posteridad le servirá; Esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.
31 Vendrán, y anunciarán su justicia; A pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.
Nuestro moderno escepticismo concluye que Marcos y Mateo adaptaron su relato al salmo casi palabra por palabra. Si fuera cierta la tesis de que Marcos compuso su evangelio a partir de un núcleo inicial centrado en la Pasión, es dable concluir, no sin exageración, que los Evangelios en su conjunto (pues todos, incluso el de Juan, tuvieron en vista el de Marcos), fueron hechos y estructurados en su relato central a partir del salmo 22, que vendría a ser el sustrato profundo del Nuevo Testamento.
Los antiguos estaban sin duda más inclinados a creer que con una antelacion de varios siglos el salmista había profetizado la Crucifixion y que cuando Jesús pronunció aquellas palabras estaba dando este mensaje para sus contemporáneos: "lo que fue dicho por el rey David, hoy se está cumpliendo".
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