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UNA MUJER LLAMADA NOÉ, por Javier Garin ("Historias del Fin del Mundo")

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  Por Javier Garin                                                                   1                   -¡Dios mío! -había dicho su esposo- Estoy cansado de tus estupideces. ¿Cuándo vas a poner los pies sobre la tierra?               No era la primera vez que oía esas palabras. En realidad, toda la vida las había oído. Su madre le había dicho un millón de veces: "Nora, Nora, sos como tu papá, con pájaros en la cabeza." Su analista había dictaminado al cabo de diez sesiones: "Perceptible atrofia del principio de realidad" Y su último psiquiatra había tomado solemnemente la lapicera para garabatear, en una aséptica hoja de prescripciones, los nombres ilegibles de media docena de medicamentos: píldoras, pastillas, grageas. las más recientes adquisiciones de la ciencia médica para aislar, identificar y destruir, en la raíz misma de la mente, el insano virus de los sueños.               ¡Estupideces! ¡Puras estupideces!               El anatema venía resonan

EL JUEZ Y EL CONDENADO, por Javier Garin ("Historias del Fin del Mundo")

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    Por Javier Garin. -Emanuel Kant –dijo el Juez  por toda explicación. Distante detrás de su escritorio, el Juez tamborileaba con impaciencia sus dedos mortecinos,   grises, como polillas crecidas en la penumbra de los archivos y en las grutas polvorientas de los expedientes arrumbados. Así lo recordaba el convicto desde aquella última audiencia posterior a su condena: la cara blanca e   inexpresiva de foja numerada, a la que sólo faltaba el membrete de “uso oficial” para completar una indubitable filiación forense; el bigote tembloroso como antenas de un insecto ciego, de hábitos nocturnos; y aquellos lentes delgados de láminas de hielo, que nunca enfocaban la vida, que sólo leían la vida a través de los informes en jerga de los escribientes judiciales. -¿Emanuel Kant? –preguntó el condenado, sintiendo desvanecerse su última esperanza.             -Kant, sí –repuso el Juez con malsana satisfacción-. El imperativo categórico. Vamos, profesor. Usted lo conoce bien, es un h