¿ESTÁ MAL DECIR "INDIOS"?, por Javier Garin
1)LA DOMINACION Y LA CENSURA A TRAVES DEL LENGUAJE
Ya lo decía San Juan en el cuarto Evangelio: "En el principio era el Logos". El Logos, la palabra, constituye el universo. Basta esta sola frase y sus implicancias para demostrar que los discípulos de Jesús podían tener oficios humildes pero de ninguna manera eran unos brutos, como muchas veces se los ha presentado. Dos mil años después, el idealismo lingüístico ha vuelto como uno de los caballitos de batalla del progresismo rampante. Es la Nueva Preceptiva del Lenguaje Políticamente Correcto, especializada en lo que es lícito o no es lícito decir. Si el Logos constituye el mundo, entonces las palabras pasan a ser campo de batalla. Creencia ingenua e idealista: sería muy fácil cambiar el mundo cambiando las palabras. Bastaría adoptar el lenguaje inclusivo para que hombres y mujeres pasaran a ser mágicamente iguales en derechos y desapareciera la opresión y la violencia de género. Cinco mil años de patriarcado abolidos con el simple cambio de una vocal. ¡Y todes contentes!...
El peso de las palabras ayuda a estructurar, no el mundo, sino el pensamiento, y por tanto influye sobre nuestra percepción y nuestra conducta. Pero sobre esa verdad se monta el castillo de ilusiones de la magia simpática, propia del homo sapiens primitivo, que creía que pintar bisontes en las paredes de una cueva permitía asegurar una caza abudante. El signo (la pintura rupestre, el lenguaje) determinaría la cosa. Es la optimista (y cómoda) conjetura de que los cambios en el lenguaje equivalen a cambios en la realidad. Resulta más cómodo hablar de "todes" que dejar de matar mujeres; más sencillo sustituir "negros" por "afroamericanos" que dejar de matar a las personas de color con intermediación de los agentes del orden.
Sin sobrevaluar su rol, admitamos que el lenguaje expresa concepciones culturales y relaciones de poder. A través del lenguaje se imponen ideas implícitas, sobreentendidos definitorios, hegemonías. Y tambien se ejerce censura.
Concebida supuestamente para contrarrestar el efecto del lenguaje conservador, la preceptiva omnipresente de lo políticamente correcto ha avanzado en la estigmatización selectiva de palabras, ejerciendo un rol censor que condena a la abominación a quien no respeta sus reglas. En algunos casos, los censores tienen razón: hay palabras y expresiones profundamente ofensivas, que deben ser extirpadas. En otros, exageran o estan equivocados por mala información, por una visión distorsionada o sectaria que se reproduce desde los centros hegemónicos en supuesta defensa de minorías que ciertamente no son consultadas ni oídas acerca de cómo quieren identificarse.
Siempre son los NBR ("Niños Blanquitos y Ricos"), con una culposa conciencia de sus privilegios de clase y de raza, los que quieren decidir cómo se va a denominar a los demás y expresan su preceptiva a través de los medios de prensa y las academias universitarias.
2) LA PALABRA "INDIO" Y SUS ALTERNATIVAS.
Veamos lo que sucede con la palabra "indio".
a) La tradición de siglos llama a los habitantes precolombinos de América y sus descendientes "indios", "indianos", "nativos" o "naturales". Es la denominación tradicional, no exenta de matices polémicos, como se verá, pero consagrada por el uso.
b) La Nueva Preceptiva del Lenguaje Políticamente Correcto ha decretado que la voz "indio" debe ser eliminada por considerarla discriminatoria y ofensiva. Y se propone en su reemplazo la expresion "originario" y "pueblos originarios", IMPUESTA DESDE ARRIBA Y EMANADA DE LOS EUFEMISMOS TIPICOS DE AMÉRICA DEL NORTE, como veremos. Ha sido entusiastamente adoptada por los los medios de prensa hegemónicos y las academias universitarias. (Cuando esos ámbitos adoptan con tanta unanimidad una palabra o expresión de origen angloyanqui, disculpenme pero tengo derecho a desconfiar de sus buenas intenciones...)
c) El lenguaje jurídico mayoritariamente ha adoptado la expresión "pueblos indígenas", que nada tiene que ver con "la India", mal que les pese, como se explicará.
3) LA PALABRA "INDIO" Y LA PALABRA "ORIGINARIO" SON POR IGUAL FRUTO DE UN EQUÍVOCO.
Desde los medios hegemónicos y los sectores académicos que expresan la Conciencia Culposa de Clase del Niño Blanquito Rico (CCCNBR) nos dicen: "la palabra indio es fruto de un equívoco impuesto por los conquistadores que confundieron América con la India".
Esto es cierto pero no invalida en sí la palabra, porque la expresión con que decretan reemplazarla es también equívoca y falsa.
América no tiene pueblos originarios porque no es el origen del hombre. El homo sapiens se originó en África hace unos 140 mil o 200 mil años y desde allí se expandió por el mundo en migraciones sucesivas. Hay un consenso bastante extendido en que el poblamiento de América se produjo desde el Asia a través del Estrecho de Bering. Hasta hace poco se databa la fecha de ingreso de los primeros humanos a nuestro continente en unos quince mil años, a finales de la última glaciación. Descubrimientos más recientes han llevado las fechas a màs de treinta mil años. Sin duda es mucho tiempo, pero llamar a los primeros pobladores de América "originarios" es tan falso e incorrecto como llamarlos "indios".
No es la inexactitud histórica una razón suficiente para descartar un nombre. Muchos topónimos y gentilicios son fruto de un error o de una inexactitud intencionada, y sin embargo eso no invalida su uso. Hasta el día de hoy hablamos de "Palestina" como si ese fuera el nombre prístino del territorio de Israel. Y se trata de un nombre inventado por el emperador Adriano para castigar a los judíos que se sublevaron contra Roma bajo la direccion del falso mesías Bar Cocheba. Adriano, después de exterminar a 600.000 judíos, eliminó la toponimia hebrea, llamó a Jerusalén "Aelia Capitolina" y dió a Judea el nombre de Philistina en recuerdo de los antiguos enemigos de los judíos, para entonces desaparecidos hacía siglos: los "filistinos" o filisteos. Hasta el día de hoy denominamos a la tierra de Israel con un nombre impuesto por un emperador romano para humillar a un pueblo derrotado. Y a nadie se le mueve un pelo...
4) LA DENOMINACION "AMÉRICA" ES TAN EUROPEA Y COLONIAL COMO LA DE "LAS INDIAS".
La abominación de la palabra "indio" provendría, para algunos, no sólo del error, sino también principalmente del origen europeo del error. Sería un error tanto más abominable cuanto que lo impusieron los conquistadores y opresores coloniales.
Pero una vez más estamos ante un despropósito. Si las Indias no eran la India, tampoco eran América. Como todos sabemos -así lo enseñan en la escuela- América es un nombre europeo impuesto por los europeos en homenaje a un explorador europeo, Américo Vespuscio, que se supone fue uno de los primeros en comprender que se trataba de un nuevo continente, y a quien hacia 1500 se atribuía el "descubrimiento" en vez de a Colón.
En 1507 el tratado europeo Cosmographiae Introductio, redactado por el europeo Mathias Ringmann para acompañar al planisferio mural Universalis Cosmographia, diseñado por el cartógrafo europeo Martín Waldseemüller, introduce la denominación europea "América".
Como se ve, no hay denominación más "europea" y "colonial" que esa. Sin embargo, los bien pensantes la prefieren a la de "Indias" y dicen que es más progresista y menos colonial. Un error por otro error, un europeísmo por otro.
¿Por qué no adoptan, entonces, el nombre de Tahuantinsuyo que los Incas daban a su territorio, o el de Abya Yala que usaba la etnia Kuna mesoamericana, o el de Cem Ānáhuac que utilizaban los aztecas?
Porque las palabras tienen que estar en uso. No se puede revivir un nombre que está en desuso, a menos que se lo imponga por la fuerza, y ni siquiera la fuerza garantiza que la gente lo adopte. El hecho de que no sigamos hablando de Indias como en el siglo XVIII se debe pura y exclusivamente a que cayó en desuso con las guerras de independencia, no a que sea incorrecto.
Se advierte la ridiculez de buscar legitimidades polìticas para el uso de nombres, pues la legitimidad en el lenguaje la brinda el uso y nada más que el uso.
5) LARGA PROSAPIA DEL TOPONÍMICO "LAS INDIAS" Y EL GENTILICIO "INDIOS"
Durante siglos las denominaciones del "nuevo mundo" como Indias y América convivieron, fueron indistintas. Popularmente, en la literatura y en la documentación oficial, se siguió hablando de "las Indias" y su gentilicio "los indios".
"Las Indias" tiene pues, una larga tradición histórica hispanoamericana, aunque no exclusiva de España, ya que los ingleses llamaban a sus posesiones americanas en el Caribe "Indias Occidentales", y los holandeses y franceses crearon compañías comerciales y colonizadoras bajo esa denominacion.
El territorio americano fue llamado durante más de tres siglos "las Indias". Era una tradición y no un equívoco. Se sabía desde 1499 que las Indias no eran la India.
El organismo que se ocupaba de la administración de los "territorios de ultramar" del Rey de España se denominaba "Consejo de Indias", y no de América.
La legislación especial dictada por la monarquía española para nuestro continente se llamó durante siglos "Leyes de Indias", no de América.
Los nativos se llamaban indistintamente "indios", "indianos" o "naturales", y a los habitantes de la India no se los llamaba "indios" sino "hindúes".
No se trataba sólo del "lenguaje de los opresores". Quienes defendían a los indios de la opresión colonial usaban el mismo lenguaje.
Fray Bartolomé de las Casas fue designado por el Regente Cisneros "Procurador o protector universal de todos los indios de las Indias". El libro que escribió denunciando los abusos europeos en América se denominó "Brevísima relación de la destrucción de las Indias".
Veamos el lenguaje que utilizaban algunos defensores de indios del Río de la Plata que hoy se cuentan entre nuestros próceres:
Mariano Moreno escribe en Chuquisaca su "Disertación Jurídica sobre el servicio personal de los Indios", que constituye una fundamentada repulsa de la explotación indígena: "Inmediatamente que se empezaron á poblar las primeras Islas de las Indias, alegaron los españoles descubridores necesitar del trabajo de los innumerables Indios, que las habitaban, para el servicio de sus casas, beneficio de las minas, cría y guarda de los ganados, labor de los campos y otros diversos menesteres."
Monteagudo, a quien se atribuye el Diálogo entre Atahualpa y Fernando VII, relata: "en e! momento en que dio noticia Colón del descubrimiento de la fertilidad de la nueva tierra y sus riquezas, empezó a hervir la codicia en el corazón avaro de los estúpidos españoles, que atravesando inmensos mares se trasmigran en tumultos a las Indias (...), arrastran tribus enteras de indios, los obligan y mandan que minen los cerros (...), el mísero indiano empieza con su trabajo, pero al cabo de algunas horas no alcanza ya el languideciente vigor de su débil y cansado brazo..."
Belgrano, en su célebre Reglamento para los Treinta Pueblos de las Misiones, habla de los "naturales".
Castelli y Monteagudo proclaman la emancipación de los "indios" en Tihuanaco: " (...) que los indios son y deben ser reputados con igual opción que los demás habitantes nacionales a todos los cargos, empleos, destinos, honores y distinciones por la igualdad de derechos de ciudadanos, sin otra diferencia que la que presta el mérito y aptitud (...), siendo los indios iguales a todas las demás clases en presencia de la ley, (...). medidas inmediatas o provisionales que puedan adoptarse para reformar los abusos introducidos en perjuicio de los indios, (...), todos los indios son acreedores a cualquier destino o empleo que se consideren capaces", etcétera.
Es harto conocida la proclama de San Martín al Ejército de Los Andes: "cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios."
Por su parte, señalaba Bolívar en el Discurso de Angostura la especificidad del mestizaje hispanoamericano: "Tengamos presente que nuestro pueblo no es europeo ni el americano del norte, que más bien es un compuesto de África y de América, que una emanación de la Europa; pues que hasta la España misma deja de ser Europa por su sangre africana, por sus instituciones y por su carácter. Es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y este se ha mezclado con el indio y con el europeo."
La Constitución argentina de 1853 ordenaba a las autoridades, no sin paternalismo, "evangelizar a los indios".
Como vimos en la cita de Monteagudo, tambien se utilizaba el gentilicio "indiano", el cual aparece frecuentemente en la literatura colonial, y fue adoptado como título de su obra más conocida por uno de nuestros primeros sociólogos y respetado historiador, Juan Agustín García, que en 1900 publicó el clásico texto "La ciudad indiana". En la actualidad, "indiano" se ha convertido en denominación corriente en España para designar a los emigrantes españoles que, luego de enriquecerse en América, regresaron a su patria, pero durante siglos se lo utilizó para designar a los indios y a los criollos americanos.
En resumidas cuentas: en nombre de supuestas correcciones políticas se reniega de nuestros orígenes al punto de prohibir utilizar una palabra que proviene del sustrato más profundo de la historia hispanoamericana.
5) MATICES NEGATIVOS O POSITIVOS DEL GENTILICIO "INDIOS"
Una de las razones para censurar el uso de la voz "indio" es el matiz peyorativo que la misma puede revestir. Esta sería la única razón atendible. Pero advirtamos que tambien tiene connotaciones positivas.
En muchos lugares, épocas y ámbitos sociales de América "indio" fue una palabra estigmatizante, que se asociaba a la condición de derrotado, conquistado, sufrido, poco cultivado.
San Martin y su ministro Monteagudo, que utilizaron con frecuencia la palabra "indio" en sus escritos, decidieron prohibirla por decreto en el Perú, la sociedad más atrasada ideológicamente de América, al advertir que era sinónimo de "pobre" y se utilizaba con fines discriminatorios. Tambien quisieron erradicar por decreto el vicio del juego. Ninguno de ambos decretos tuvo efectividad porque las palabras y los vicios no se reforman por decreto, y los peruanos siguieron llamando indios a los indios y dilapidando sus caudales en los juegos de azar pese a las prohibiciones sanmartinianas.
En Argentina se utilizó la palabra "indio" como sinónimo de barbarie e incultura, según se desprende de los dos grandes libros de la literatura decomonónica: el Facundo y el Martin Fierro. La mirada de José Hernandez sobre los indios es atroz: aunque ocupan un lugar protagónico en su poema, aparecen retratados con los colores más brutales y terribles.
No es ese el tratamiento que les dio Mansilla en "Una excursión a los indios ranqueles", libro que arroja sobre estos una mirada más comprensiva y humana.
Como matices positivos, la denominación de indio resultó fuertemente identitaria, proclamada con orgullo o entendida como sinónimo de las virtudes de valentía, sabiduría ancestral, apego a la tierra, etcétera.
Así la usaba Atahualpa Yupanqui en sus composiciones evocativas:
"Caminito del indio, sendero kolla sembrado de ausencias
caminito del indio que junta el valle con las estrellas.
Caminito que anduvo de sur a norte mi raza vieja
antes que en la montaña la Pachamama se ensombreciera.
O en sus versos de denuncia:
Su tosco y burdo sayal.
Mi casa, vaca y ternero.
¡Huinca tregua!
¡Huinca. Pillo!
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