COSAS QUE DICEN QUE SON PERONISMO PERO NO TIENEN NADA QUE VER CON LAS ENSEÑANZAS DE PERON, por Javier Garin
Por Javier Garin
El mayor favor que se puede hacer a los antiperonistas es asumir como propias las necedades políticas de que ellos culpan a Perón sin preocuparse por estudiar la Historia, solamente repitiendo eslóganes inculpatorios y despreciativos.
Lo grave del
caso es que muchos peronistas “autopercibidos” las toman como verdaderas y
creen su obligación defender extravíos que se alejan sideralmente de las
posturas del fundador del movimiento político más grande y más antiguo de Latinoamérica.
En paralelo a las difamaciones antiperonistas aparecen las desviaciones, cuya responsabilidad concierne, no a Perón, sino al neoperonismo post dictadura, que fue elaborando una serie de nocivos extravíos.
Ello se debió, en parte, a una praxis corrompida: sirvan como ejemplo de ello los planes sociales, propulsados por el Banco Mundial y adoptados por el neoperonismo (y también por el antiperonismo que dice denostarlos, pero que -cuando gobierna- considera muy útil conservarlos para evitar estallidos): planes que se hallan en las antípodas de la doctrina peronista de la Justicia Social.
Tuvo su fuerte influencia,
asimismo, en las desviaciones neoperonistas post-dictadura, la infiltración
ideológica del neoliberalismo, en los años noventa del pasado siglo, y del izquierdismo
nostálgico y trasplantado de otras latitudes, en el siglo XXI.
Más adelante examinaremos y
fundamentaremos una por una estas cuestiones. Un mero esbozo bastará para
ilustrar la contaminación que ha terminado por desnaturalizar al peronismo hasta
tornarlo una fuerza que hoy sería irreconocible para su fundador. Veamos qué
cosas no son peronismo, de acuerdo a la doctrina de Perón:
1) LA
DOCTRINA DE PERON NO ES UNA IDEOLOGÍA DE IZQUIERDA O DE DERECHA.
Cuando hablamos de ideologías,
aludimos a dos conceptos divergentes.
1)
En sentido amplio, y en el habla común actual, “ideología” es toda idea
política, un "ideario".
2)
En sentido estricto, "ideología" es otra cosa muy distinta: una visión del mundo integral, estructurada, falaz
y mitificada, al servicio de un proyecto de poder determinado.
Son contadas las veces, en los años
70, en que Perón utilizó la palabra “ideología”, en sentido amplio, para
referirse a las ideas peronistas. Por lo general, prefirió hablar de “doctrina”,
y condenó las “ideologías” en sentido estricto como herramientas de dominación
del pasado.
En la concepción clásica de Juan Domingo
Perón hay una diferencia nítida entre “doctrina” e “ideología en sentido
estricto”.
La doctrina es un conjunto de
principios, reglas y orientaciones para proceder políticamente con el propósito
de labrar la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria. La doctrina no es
cerrada ni dogmática, no constituye una cosmovisión, no intenta explicar el
mundo, no abole el libre pensamiento. Como movimiento político, el peronismo no
se definía ni de izquierda ni de derecha, no contraponía la libertad individual
y la igualdad social, no procuraba someter a toda la sociedad a los dictados de
unos pocos individuos adinerados o grandes corporaciones capitalistas, y rechazaba
asimismo la tendencia a “insectificar” al individuo propia de los colectivismos
totalitarios. Para Perón, su movimiento era “profundamente humanista y profundamente
cristiano”, sin que el cristianismo debiera entenderse como adscripción a una
iglesia determinada sino como un marco de valores inspirados en las enseñanzas
jesuanas de amor al prójimo, solidaridad, justicia social, igualdad,
fraternidad, concordia.
La “ideología en sentido estricto”,
en cambio, es una herramienta de dominación, elaborada para atraer a los
hombres y los pueblos, mediante un falseamiento deliberado de lo real, y disciplinarlos
en torno a una estructura de poder considerada deseable. Las ideologías pretenden
explicar el mundo en su conjunto, aspiran a imponer los supuestos “valores” que
predican, combaten las visiones divergentes como “enemigas”, buscan acatamiento
acrítico, intentan reemplazar el pensamiento individual por una cosmovisión
rígida, estructurada y prefabricada por los ideólogos. Ello ocurre incluso con
las ideologías autoproclamadas “individualistas” o “libertarias”. Las ideologías
conforman “bloques”, si se aceptan, se aceptan en su totalidad; facilitan la “bajada
de línea”; se mueven en torno a un relato, a una épica generalmente falsa o
mitificada; son asesinas del libre pensar.
Perón tenía de las ideologías en
sentido estricto una visión negativa, como la tuvo también el propio Marx,
fundador de una de ellas: para Marx las ideologías no eran “ideas políticas”,
como hoy se entiende el término, sino falsas creencias que conformaban un “velo”
destinado a ocultar y enmascarar la realidad, elaboradas por las clases
dominantes para engañar y someter a las clases oprimidas. Luego, las propias
ideas de Marx pasaron a convertirse en ideología y a fundamentar regímenes
políticos opresivos.
Dijo Perón en su regreso al país:
“Ya no sirven las ideologías. Marx fue el último de los ideólogos, la Z de
las ideologías. Hoy la Revolución pasa por la doctrina. Las ideologías
les daban a los pueblos tres o cuatro líneas generales a seguir. Los
obligaban a ajustarse a un libreto para cumplir un objetivo lejano. A veces
bien intencionado, pero, por su mismo proceso, inhumano. El hombre de hoy
quiere saber qué papel juega en todo esto y aportar lo suyo. Las ideologías han
fracasado porque los problemas son diferentes. El hombre de hoy se resiste a
que se le embrete, a que se le empuje. Quiere ser hombre. La doctrina, al
integrarlo, al estimularlo, al comprenderlo, le da ese lugar que le corresponde
en la historia. Y solo así es como se puede liberar, lograr la Unión
Nacional, Regional, Continental (…) Se trata de que todos los argentinos
construyamos la estructura revolucionaria, que es el poder mismo. De esta forma
el pueblo no doblegará el poder, sino que lo ejercerá, será suyo. El poder
no es el gobierno político solamente. El poder surge del bienestar general y de
la participación total. Por eso en nuestra Revolución Humana no podrán existir
marginados, olvidados, parásitos o zánganos. Sera un sistema que dará plena
felicidad a todos los hombres, mujeres y niños de nuestro pueblo y que servirá
de ejemplo para América y para el Mundo. Ese es el camino.”
Perón rechazaba asimismo la
clásica división entre izquierda y derecha. Para él, izquierda y derecha eran los
dos brazos de una misma tenaza, elaborados e impulsados desde los centros de
poder con el designio de sojuzgar a todos los pueblos del mundo. Ello se hizo
más evidente aún a partir de la Conferencia de Yalta, cuando los vencedores de
la Segunda Guerra Mundial se repartieron el mundo: una parte para los
capitalistas angloyanquis y otra parte para los rusos soviéticos.
Pero todas estas cuestiones
prácticamente las hemos olvidado y corrimos al abrazo de posturas “ideológicas”
de derecha neoliberal o de izquierda nostálgica. Lo que nos lleva a los dos siguientes
puntos:
2) LA
DOCTRINA DE PERON NO POSTULA UNA FUERZA DE DERECHA NEOLIBERAL- CONSERVADORA.
Bajo el liderazgo de Menem, se
intentó convertir al peronismo en la punta de lanza de un experimento social
devastador, que tuvo su eje en Argentina, a través del cual se llevó a la
práctica las recomendaciones de los “documentos de Santa Fe”, para destruir el “Estado
de Bienestar”en los países en desarrollo y reconvertir el sistema económico y social del país al neoliberalismo,
al individualismo extremo, al ingreso del capitalismo internacional al país presentado
como ”ingreso del país al Primer Mundo”, intentando desarticular las
organizaciones libres del pueblo, los sindicatos, las empresas del Estado, las
regulaciones calificadas de “corporativas”, e instaurando el “libre mercado”
mediante un plan de privatizaciones y flexibilizaciones, a la vez que se
proclamaba el alineamiento automático con la potencia hegemónica -USA- tras la caída
del muro de Berlín. Bajo el denominado “libertarismo”, vivimos hoy, treinta años después, un revival
trasnochado de ese intento, entonces exitoso por un tiempo, que colapsó con la
crisis del 2001.
No hace falta rastrear demasiado en los discursos y libros doctrinarios de Perón para comprender que el neoliberalismo impulsado por Menem se hallaba en contraposición directa con todo lo sostenido por el fundador del peronismo, quien siempre se opuso a lo que denominaba “demoliberalismo” en aras de la participación popular, defendió el rol arbitral del Estado y la planificación estratégica, fundó las empresas estatales consideradas estratégicas (aunque sin eliminar ni desconocer la iniciativa privada), pregonó la “tercera posición” como alternativa frente al mundo bipolar del capitalismo y el comunismo, postuló la “comunidad organizada” como modelo práctico, distanciado por igual del comunismo y del capitalismo entonces existentes, elogió las socialdemocracias nórdicas afines a su ideario, etcétera.
El neoliberalismo menemista aparece,
entonces, como una infiltración ideológica y una tentativa de cooptación
imperialista, de amplias repercusiones en toda América Latina.
3)LA
DOCTRINA DE PERON TAMPOCO POSTULA UNA FUERZA DE IZQUIERDA.
En la misma lógica, el peronismo
tampoco fue jamás un partido o fuerza política de izquierda marxista o filomarxista.
Aunque la “Nueva Derecha” impuesta en Argentina en los últimos tiempos pretenda
asimilar al peronismo con “la izquierda”, “el comunismo”, el “colectivismo empobrecedor”,
etcétera, lo cierto es que la doctrina peronista original se caracterizó por el
rechazo del comunismo y la búsqueda de una alternativa superadora que asegure
la Justicia Social y la participación de las masas sin abolir la libertad
individual ni destruir la iniciativa de los particulares, y mucho menos
perseguir o eliminar a los propietarios de los medios de producción. Nunca
promovió el odio de clases ni la lucha entre ellas, sino la conciliación, el
acuerdo de clases, el Consejo Económico y Social, las convenciones colectivas,
el Pacto Social. Tales posturas fueron criticadas desde el marxismo como una
forma de “bonapartismo” engañoso, una tentativa de desviar a las masas para impedirles
consumar la revolución socialista. Aún en 1973, Santucho, líder del marxista
Ejército Revolucionario del Pueblo, seguía argumentando que Perón era el “jefe
de la burguesía argentina” y evocando como prueba su discurso de 1944 en la
Cámara de Comercio, en que el entonces coronel defendía la reforma social ante
los empresarios para convencerlos de que la alternativa era mucho peor para sus
intereses: la dictadura del proletariado. Su rechazo del comunismo fue ampliamente
criticado y denostado por la Internacional Comunista que dominaba vastos
sectores de la política y la cultura mundial. Ese grupo -en otro tiempo lo
llamaríamos “sinarquía”- colaboró a difundir por el mundo la “bajada de línea
estalinista, que presentaba a Perón como un “líder fascista”, un “nazi”, en
concordancia significativa y por demás elocuente con la propaganda del Imperio
Angloyanqui.
No obstante no comulgar con el
comunismo, Perón tampoco comía vidrio y en materia de relaciones comerciales y
diplomáticas rechazaba las fronteras ideológicas que pretendía imponer Estados
Unidos. Aspiraba a colocar exportaciones argentinas y promover el
multilateralismo. Nunca se le hubiera pasado por la cabeza, ni soñando, un
disparate tal como la imbecilidad “libertaria” actual de no tener relaciones
cordiales con China u otros países “porque son comunistas”. Al contrario: fue
un precursor del vínculo con China. En los
años setenta, Perón no rehusó relacionarse con la Cuba de Fidel (régimen al
que, aún no comulgando ideológicamente, ayudó a romper el bloqueo yanqui y otorgó
cuantiosos préstamos); trabó lazos comerciales con la Unión Soviética y los mal
llamados “países socialistas” (en realidad comunistas prosoviéticos); cultivó vínculos
con el Mariscal Tito (padre de la disuelta Yugoslavia) y con Mao (mítico fundador
de la China moderna), sin dejar por ello de proponer la superación del modelo
colectivista y de su ideología totalitaria.
Tampoco escasean los textos en los
cuales el General descarta como modelos los regímenes comunistas, destructores
de la libertad y la personalidad humanas, empeñados en “insectificar” a las
masas, aunque los aggiornadores filomarxistas del peronismo prefieren
omitirlos.
¿Cómo es posible, entonces, que el
peronismo actual haya pasado a ser asimilado, no sólo por los libertarios, sino
también por el grueso de la prensa internacional, como un “partido de izquierda”?
Esto se debe a la irrupción del kirchnerismo,
que tanto en la versión (más moderada y pragmática) de Néstor Kirchner como en la
de su heredera Cristina Fernández de Kirchner (signada por el “camporismo” y la
mitología setentista), emprendió la reconversión del peronismo hacia un típico partido
de “izquierda” entroncado en un sistema de alianzas internacionales con la izquierda
continental y europea. Si bien Nestor Kirchner se reveló sumamente pragmático
en su política interna e internacional, fue autor de un paradigma funesto, que
luego de su muerte abrazaría con mucha mayor intensidad el “camporismo”: la consigna
“a nuestra izquierda sólo está la pared”. Luego analizaremos esa curiosa deformación
de Nestor -explicable en su contexto, incomprensible fuera de él- que
contribuyó a algunos de los errores que analizamos en estas notas.
La confusión con la “izquierda” también
se debe a la simplificación mediática, pues los medios de prensa de todo el
mundo encuentran difícil de comprender la “tercera posición”, habituados como están
al maniqueísmo ideológico y a etiquetar toda lucha política bajo los falsos rótulos
eurocentristas de “izquierda” y “derecha”. Llega a ser cómico que la prensa internacional
llame al ex presidente Alberto Fernandez un gobernante “de izquierda”:
calificación que sólo puede ser oída con una carcajada en Argentina, al
recordar su pasado con Cavallo, su proverbial centrismo, su inalterable “tibieza”.
Lo único “de izquierda” que ha hecho Alberto Fernandez en su larga carrera
política fue visitar a Lula en la cárcel y llevarle consuelo a Milagro Sala en
su prisión domiciliaria en Jujuy, sin animarse -¡eso no!- a intentar liberarla…
Tal como el corrimiento del peronismo a la derecha neoliberal introdujo múltiples y peligrosas contaminaciones ideológicas a fines del siglo pasado, la “izquierdizacion” promovida en las últimas décadas desnaturalizó buena parte de la doctrina, corrompiéndola con postulados “ideológicos” por completo ajenos a la prédica de Perón, so pretexto de “actualización” y de “superación” de las “envejecidas” doctrinas del fallecido General.
3)LA
DOCTRINA DE PERON DEFIENDE EL TRABAJO Y NO LOS PLANES SOCIALES, ESTIMULA LA
AUTONOMÍA Y NO LA DEPENDENCIA CLIENTELAR
Tal como explicaremos en un capítulo posterior,
resulta llamativo que hasta el día de hoy se siga asociando en forma
generalizada los planes sociales a Perón, que nunca los propuso ni defendió,
sino que expresamente dijo una y otra vez que “gobernar es crear trabajo”. Y
cuando hablaba de “crear trabajo” no se refería a nombramientos de ñoquis en la
administración pública sino a creación de trabajo genuino, productivo. Ya lo
hemos visto vituperar a los “zánganos”, a los “parásitos sociales”. También solía
enaltecer a los trabajadores y postulaba que para el justicialismo hay “una
sola clase de hombres, los que trabajan”, y afirmaba como una verdad de sentido
común, que “todo hombre debe producir al menos lo que consume”.
El mito gorila del “planero
peronista” no se basa en Perón, ciertamente, que jamás creó un solo plan
social, sino en la política post dictadura, no exclusivamente peronista,
modificada por la irrupción del neoliberalismo y las recomendaciones del Banco
Mundial de crear planes sociales para evitar estallidos de los desposeídos,
marginados y excluidos. Los planes son lo contrario de la doctrina de Perón, y
su defensa encarnizada por políticos de distinto signo, o su defenestración
hipócrita por los gorilas expresan en realidad el fracaso de la política
argentina en llevar adelante la exigencia de Perón de “crear trabajo”.
Tampoco propuso Perón jamás la
dependencia clientelar del pobre y necesitado, sino la autonomía, más allá de
las malas prácticas que pudieron existir en algunos gobiernos. La dependencia
clientelar es un desarrollo típicamente neoperonista, florecido gracias a la multiplicación
de necesidades que engendró el desguace del Estado bajo el menemismo, y
continuado hasta la fecha, sin que nadie se plantee hoy, seriamente, el verdadero
objetivo de Perón: la erradicación definitiva de la pobreza en Argentina.
Recordemos que, bajo su último e injustamente
denostado gobierno, la pobreza había caído por debajo del cinco por ciento, y se
habían alcanzado guarismos de ocupación cercanos al pleno empleo.
¿Qué
tienen que ver los planes sociales y el clientelismo envilecedor con Perón?
Nada.
4)LA
DOCTRINA DE PERON NUNCA DEFENDIÓ LA INFLACIÓN SINO TODO LO CONTRARIO.
Antiperonistas y neoperonistas
extraviados en un falso neokeynesianismo piensan que Perón no se preocupaba
demasiado por la inflación, siendo que, por el contrario, nunca subestimó sus
efectos perjudiciales, y mucho menos se le hubiera ocurrido afirmar (como irresponsablemente
ha hecho el “neoperonismo” hasta el cansancio) que “un poco de inflación está bien”.
Perón identificaba con claridad en la inflación uno de los principales males a
combatir pues era la fuente de degradación de los salarios y deterioraba el
funcionamiento de la economía. “Los salarios suben por la escalera y los precios
por el ascensor”, explicaba en los años setenta, y por eso centró sus esfuerzos
en detener la suba de precios como parte del Pacto Social y el Plan Trienal
anunciado a fines de 1973.
5)
LA DOCTRINA DE PERON NUNCA SOSTUVO QUE HAY QUE DESCUIDAR EL EQUILIBRIO FISCAL.
Pese a lo que sostengan los críticos
antiperonistas y defiendan a rajatabla los neoperonistas neokeynesianos, tal
postulado “ideológico” no forma parte de las creencias económicas de Perón, que
defendía la necesidad de no gastar más de lo que se recauda y era contrario al déficit y al endeudamiento, aunque fuera
generoso en redistribuir socialmente los recursos disponibles.
6)LA
DOCTRINA DE PERON NO DEFIENDE EL ALINEAMIENTO CON LOS ESTADOS UNIDOS PERO
TAMPOCO CON SUS RIVALES GEOPOLÍTICOS:
La Tercera Posición, en el plano de
las relaciones internacionales, no se compadece ni con el alineamiento automático
tras el Imperio Angloyanqui que practicó Menem ni con la “rebeldía antiestadounidense”
sostenida por el cristi-camporismo. Posturas que claramente perjudicaron al país
de múltiples maneras, según analizaremos.
La doctrina de Perón
postulaba la independencia de la política exterior y "relaciones de paz y
amistad con todos los pueblos del mundo". El no alineamiento implicaba no
someterse a los dictados de los intereses angloyanquis ni tampoco a los del
comunismo soviético, y defendía las estrategias de promover la Unidad
Latinoamericana y el Movimiento de Países No Alineados como espacios de
coordinación política para evitar caer bajo la égida de uno u otros de los dos
imperialismos (el norteamericano y el ruso) que se disputaban el mundo luego de
repartírselo cínicamente en Yalta.
Va de suyo que la negativa a
alinearse con Estados Unidos no significa que Perón postulara una suerte de “guerra
contra Norteamérica”. Nada hubiera sido más ridículo y carente de elemental pragmatismo peroniano que una guerra con la primera potencia económica y militar del mundo. Por el contrario,
salvando el episodio de Braden (aprovechado al máximo en su primera campaña presidencial),
lo que siempre buscó Perón fue sostener una relación madura con la potencia hegemónica
hemisférica, intentando crear vallas de contención para contrapesar las ambiciones
imperialistas. No sólo mantuvo buenas relaciones con el gobierno de Eisenhower
sino que incluso tendió puentes con Richard Nixon, con quien esperaba reunirse
a fines de 1974, encuentro frustrado por su muerte. Por tanto, tampoco se le hubiera
ocurrido el infantilismo de pretender aliarse con “todos los enemigos posibles
de Estados Unidos”, ni alinearse con Rusia o China contra los norteamericanos,
ni seguir las directivas o intereses geopolíticos de Cuba y su virreinato en
Venezuela, ni buscar tender puentes con Irán sólo porque Venezuela lo pidió para
hacerle el juego a Irán como uno de sus aliados en la OPEP. De hecho, tampoco
Kirchner procedió de esa manera tan pueril. El posicionamiento geopolítico de
rebeldía adolescente, de estudiantina mocosa y barbilampiña, de “sentarse en el
último banco con los malos de la clase”, y de realizar gestos de animosidad
antiestadounidense y antioccidental de manera gratuita, pour la gallerie, para merecer
el aplauso de toda la gilada izquierdizante, recién apareció como un hijo
indeseado de la ideología camporista-setentista y el manejo ideológico, no
profesional ni estratégico, de las relaciones internacionales a partir del
segundo gobierno de Cristina. Todos esos errores mayúsculos de política
exterior sólo pueden explicarse como la irrupción en Cancillería de un
infantilismo superlativo de la mano de los funcionarios bisoños extraídos de un centro de estudiantes, que
concluyó con el error descomunal del Pacto con Irán, y que no se ahorró ni
siquiera la exaltación acrítica de Putin como un líder admirable, sólo porque
está enfrentado con el Partido Demócrata norteamericano (aunque se lleva muy
bien con los republicanos de Trump). Incluso, hubo pereza en condenar los
atentados terroristas de los islamistas que masacraron a los humoristas de
Charlie Hebdó en Paris, como si matar dibujantes franceses que se burlan de
Mahoma fuera un acto de reivindicación política antioccidental admisible. Faltó
aliarse con Corea del Norte y sus ensayos nucleares o con el Isis y sus degüellos
de prisioneros: allí hubiera estado completa la tontería de un incomprensible “antioccidentalismo”
en Argentina: el país más “europeo” de América Latina. Pero muchos compatriotas
pertenecientes al CBRCCC (“Club de Blanquitos Ricos con Conciencia Culposa de Clase”) se
“autoperciben” terroristas arábigos con barba y todo…
7)
LA DOCTRINA DE PERON NO ES CONFESIONAL:
Contrariamente a lo que pretenden
los conservadores y católicos que se dicen peronistas, Perón nunca defendió
posiciones confesionales. Sostuvo y reivindicó, por cierto, la Doctrina Social de
la Iglesia y se alió a la Iglesia argentina en su primera Presidencia, pero,
como veremos más adelante, se peleó furiosamente con las jerarquías
eclesiásticas en su segundo mandato, al punto que estas contribuyeron a derrocarlo.
La pretensión de situar al peronismo como una fuerza confesional, católica,
hispanista a ultranza, tradicionalista, etcétera, no es más que un embeleco
autoexaltador de los nacionalistas católicos ("Nacos"), un espécimen en peligro de merecida autoextinción que, junto con los nacionalistas de diverso cuño, ultraconservadores
y elitistas, Peron jocosamente definía como “los piantavotos”…
8)
LA DOCTRINA DE PERON NO ES DOGMÁTICA NI AVALA O PROMUEVE LAS SECTAS.
La esencia de la política de Perón es el
pragmatismo en la elección de fines para alcanzar los dos objetivos propuestos:
la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria, enarbolando para ello las
tres banderas: Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social. Ello requiere como sustento un movimiento diverso, abigarrado, variopinto, multicolor, policlasista, polifacético, informe, indisciplinable, incalificable en base a los criterios eurocentristas al uso.
Por tanto, no hay lugar en ella
para las conductas dogmáticas, cerradas, autoritarias. La secta, la orga, es un
concepto antitético al del movimiento popular amplio de Perón. “Ni sectarios ni excluyentes” es
una de las recomendaciones fundamentales de Perón.
9)
LA DOCTRINA DE PERON NO BUSCA “CREAR ENEMIGOS” SINO INTEGRAR AL PAÍS.
Aunque no fue siempre así, y el peronismo
atravesó períodos de fuerte confrontación con adversarios políticos internos, luego
del exilio se impuso una visión integradora en un Proyecto de Unidad Nacional.
La metodología de fomentar “grietas”
y luchas exaltadas y sin cuartel, que pudo haber tenido su lugar propicio en
los primeros gobiernos peronistas, aparece por completo erradicada de la concepción
unificadora del último Perón. Los Ernesto Laclau, con sus alocadas e
irresponsables teorías maquiavélicas de “la creación de enemigos” y la dialéctica
“amigo-enemigo” jamás habrían tenido cabida en aquellos años del Perón más
maduro y sabio, que proclamaba: "para un argentino no hay nada mejor que otro argentino".
10)
LA DOCTRINA DE PERON NO PROMUEVE LA LUCHA DE CLASES NI DE GÉNEROS, SINO LA
ARMONIZACION DE LOS CONFLICTOS.
Con claridad planteó Perón una y otra vez, en su concepción de la “comunidad organizada”, que perseguía la armonización. El ideal de “armonía social” excluye per se el fomento de la lucha de clases o de géneros.
No constituye peronismo postura alguna que incentive el odio mutuo de ricos y pobres u hombres y mujeres.
No tienen relación alguna con los postulados de Perón ni la política clasista defendida por los troscos (que suscita la admiración envidiosa de ciertos "peronistas de izquierda" deseosos de ser troskistas si no fuera que no los votan ni los perros), ni el neofeminismo intolerante y “anti-macho” que proliferó como fruto espúreo de un progresismo importado de los "centros de poder mundial". Esas usinas de dominacion neocolonial "progresistas" producen hipócritas cultores de lo "políticamente correcto" y del "me too" y funcionan como "lavaderos colectivos" de culpas acumuladas en siglos de racismo colonial y patriarcados ignominiosos: son el insumo preferido del CBRCCC ("Club de Blanquitos Ricos con Conciencia Culposa de Clase").
El peronismo no necesita esos insumos ideológicos importados, y nunca debió adoptarlos acríticamente. Perón fue, junto a Evita, el precursor de la dignificación de los más humildes y del reconocimiento del papel fundamental de la mujer. Mientras tanto, en los países centrales (hoy dictadores de lo políticamente correcto), los pobres y morochos eran pisoteados y masacrados, y las mujeres blancas y rubias se creían realizadas si compraban el último electrodoméstico para mejor atender a sus maridos de piel blanca, los reyes de la casa, cuando volvían de apalear negros en las manifestaciones contra los derechos civiles que nunca quisieron reconocerles.
11)
LA DOCTRINA DE PERON NO ES DESARROLLISTA.
Tal como explicamos en “El último
Perón”, hay una confusión grave en el neoperonismo, que intenta asimilar al
peronismo las teorías desarrollistas acuñadas por teóricos y dirigentes de los
años cincuenta y sesenta, entre los que descollaban Froindizi y Frigerio y nada
tienen que ver con la concepción económica de Perón. Incluso en sus últimos años,
especialmente en sus escritos sobre ambientalismo, Perón cuestiona fuertemente
la idea de desarrollo acrítico y los modelos entonces vigentes.
12)LA
DOCTRINA DE PERON CONDENA EL CAUDILLISMO.
Aunque
no haya sido del todo consecuente entre el afán organizador colectivo que
predicaba y la praxis personalista que con frecuencia exhibió, Perón
consideraba al personalismo como un rasgo indeseado, de inmadurez política, y
rechazaba tajantemente a los caudillos. “El caudillismo es la forma más
atrasada de organización política”, escribió en “Conducción Política”. Como tambien veremos, el personalismo extremo y el caudillismo obsesionado con la reeleccion indefinida de líderes ha sido la peste de los gobiernos "progresistas" e "izquierdistas" de América Latina, que no conciben que Rafael Correa o Evo Morales puedan dedicarse a otra cosa que a impedir a sus sucesores gobernar, incluso a los de sus mismos partidos...
13)
LA DOCTRINA DE PERÓN NO AVALA LA CORRUPCION NI LA CONSIDERA UNA FUENTE LEGÍTIMA
DE FINANCIAMIENTO:
La idea de un Perón
corrupto fugándose con dineros públicos al exilio no es más que una caricatura
del antiperonismo. Como veremos, nada de eso es real, se trata de un mito
denigratorio. En su ostracismo, Perón llevó una vida austera, y para mantenerse
recibía los aportes que en forma clandestina le hacían llegar los popes
sindicales. No hay pruebas de que hubiera encabezado actos graves de
corrupción, ni mucho menos que promoviera el financiamiento espúreo de la actividad
política mediante el saqueo de los bienes y patrimonio del Estado.
Una vez más la práctica de la
corrupción política, el “robo para la Corona”, el financiamiento oscuro de la
actividad política, el cobro generalizado de coimas y el uso de los recursos
del Estado como “botín de guerra” partidario o sectario son
modalidades que han florecido en la política democrática post dictadura como
uno de los mayores signos de degradación heredados de la brutal corrupción
militar y del uso del delito como fuente “legítima” de financiamiento por las
organizaciones armadas setentistas. La última dictadura llevó la corrupción a niveles inauditos, y parece que nunca pudimos escapar a ese destino impuesto por la fuerza. (Se dirá que la alusión a las organizaciones armadas es extemporánea y gratuita pero no es así: en los años setenta esas organizaciones financiaban su funcionamiento mediante el producido de asaltos, secuestros extorsivos y otros actos delictivos amparados en la supuesta nobleza de los fines revolucionarios: si tales delitos pudieron ser una fuente aceptable de financiamiento de las actividades políticas, ¿por qué no lo sería el asalto a los bienes del Estado, que al menos se lleva adelante sin apelar a la ametralladora o al fusil?)
14)
LA DOCTRINA DE PERON NO CONVIERTE AL ESTADO EN UN ÍDOLO.
Si bien hizo del rol regulador y
equilibrador del Estado una piedra de toque de su doctrina, Perón nunca sostuvo
que el Estado debía asumir sobre sí las actividades económicas en su conjunto,
ni defendió el comunismo, ni el capitalismo de Estado, sino que, por el
contrario, creía en la necesidad de proteger y defender la iniciativa privada.
El Estado es sólo un instrumento de organización estratégica de la sociedad y defensa
de lo nacional y un componedor de los intereses en conflicto, en aras de promover
y proteger la “comunidad organizada”.
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