LA HISTORIA ARGENTINA COMO MITOS IDEOLÓGICOS, por Javier Garin
REPORTAJE A JAVIER GARIN POR MIGUEL BENESTANTE PARA LA REVISTA ANDAMIOS, NUMERO DE SEPTIEMBRE DE 2022.
1-Podemos comenzar hablando de
la historia como relato, ¿cuánto hay de ficción en esa historia que nos han
enseñado en los colegios, la que se ha logrado instalar en la mayoría de las
personas que integramos este colectivo llamado Argentina?
Una buena parte es ficción, o
mejor dicho, mitología.
Pero no sólo en la historia
que nos enseñan en los colegios, la “historia oficial”.
También en las “historias
alternativas”, los diversos revisionismos.
Todas estas construcciones son
ideológicas.
Muestran una realidad
“corregida”, recortada y orientada hacia la tesis que quieren demostrar los
cultores de cada corriente historiográfica, para justificar posiciones
políticas posteriores que ellos defienden
La historia liberal clásica,
la que podríamos llamar “mitrista”, es una construcción destinada a fundamentar
y consolidar el naciente Estado nacional, republicano, liberal y con predominio
porteño.
Los cultores del revisionismo
nacionalista criticarán esta postura para construir una versión contraria
basada en la exaltación de Rosas y el federalismo porteño.
Yo considero que la visión más
objetiva en el siglo XIX es la de Alberdi: un intelectual federal del interior,
que comprende de entrada que el gran conflicto del Rio de la Plata es el
centralismo porteño, centralismo practicado tanto por los rosistas como por los
antirroristas en perjuicio de las provincias y del Paraguay.
Alberdi no es un historiador
sino un analista y teórico político y económico. Sin embargo, sus tesis son
absolutamente brillantes y perspicaces.
Partiendo de las
historiografías liberal y nacionalista revisionista oligárquica, se desprenden
otras corrientes, que van desde el marxismo antiimperialista hasta el
nacionalismo popular antioligárquico.
Todas son relatos.
Relatos que se construyen a
partir de los hechos, dándoles determinada orientación, y a veces en contra de
los hechos, desfigurándolos u ocultándolos.
Para la historiografía liberal
clásica, por ejemplo, el gran héroe cívico es Rivadavia y la lucha es entre
modernidad y resabios coloniales, entre civilización y barbarie. Esta historia
necesita hacer eje en el puerto y en los intereses de la burguesía comercial
porteña, aliada de Inglaterra, y dejar en la sombra los procesos continentales,
los que hoy llamaríamos de “patria grande”. Hay que desprender a la naciente
República del resto de América, aislarla. Rivadavia es en realidad la
justificación ideológica del ideal político de la presidencia de Mitre.
Para la historia nacionalista
rosista todo gira alrededor de Rosas y su defensa de la soberanía en la vuelta
de Obligado; y el gobernador porteño pasa a ser la encarnación del espíritu
nacional, la defensa de la religión, del orden, del gaucho frente al
pueblerino, etcétera. A través de una visión idealizada de Rosas se intenta
legitimar una ideología nacionalista corporativista y ultraconservadora que
poco y nada tiene que ver con el verdadero Rosas y mucho con las ansias de
tener un Mussolini propio entre los corporativistas de los años treinta, admiradores
del fascismo italiano y de las doctrinas ultramontanas de Charles Maurras. Por
supuesto estoy haciendo un reduccionismo. El único historiador rosista serio,
para mi gusto, ha sido el gran Adolfo Saldías, que no era nacionalista sino
liberal.
El nacionalismo revolucionario
considera que hay que mostrar la historia nacional como una historia de los
intereses e influencia de Inglaterra, y la lucha del pueblo contra Inglaterra, y
entonces presentará a sus héroes como antiimperialistas y a sus adversarios
como cipayos. La guerra del Paraguay, por ejemplo, pasará a ser una guerra de
Inglaterra contra el Paraguay para poder sembrar algodón y destruir la naciente
industria, pasando por alto los conflictos seculares entre el Rio de la Plata y
el Brasil, que venían del tiempo de los Borbones y poco tienen que ver con las
apetencias británicas. Si no hay evidencia empírica, no importa, se reemplaza
con teorías que suenan bien. De nada vale demostrar que Inglaterra no
necesitaba destruir al Paraguay porque no era competencia para sus industrias,
ni tampoco Solano Lopez hubiera sido un impedimento para sembrar algodón. Pero
queda bien decir que el malo es Inglaterra y no la codicia del Imperio de
Brasil aliada con la codicia de los gobernantes porteños, que querían
escarmentar en el Paraguay a todas las provincias argentinas para que no se
sublevaran contra Mitre.
Y así sucesivamente.
Lamentablemente son pocos los
que han construido una historia científica y no ideológica, basada en hechos
más que en construcciones políticas preconcebidas.
Se construye una historia de
“buenos y malos”. Para los liberales, los buenos son los unitarios y los
salvajes y malos son los federales. Borges lo dice sin tapujos. No importa lo
culto, preparado y patriótico que fuera un federal: para ellos era bárbaro. Lo
inverso sucede con la visión federal rosista: todos los unitarios son malos y
vendepatrias y antipopulares. No pueden explicar por qué Facundo declaró que él
era unitario por convicción y federal por imposición de sus paisanos; por qué
Chacho Peñaloza era unitario antes de volverse federal en su vejez; por qué el
unitario Paz fue un gran patriota si todos eran cipayos; por qué el unitario
Lavalle fue un héroe militar colosal antes de convertirse en el fusilador de Dorrego,
etcétera.
No hay historia de buenos y
malos. Buenos y malos hay en los distintos bandos.
Así, los liberales ven en San
Martin un militar excluyendo o minimizando su pensamiento político. Y los
nacionalistas hacen de él un … ¡federal!, pese a que era monárquico y condenó
abierta y expresamente el federalismo como un “delirio inspirado por el genio
del mal”. No sé cómo se las ingenian para convertirlo en federal, es realmente
insólito.
Así se van construyendo esos
mitos absurdos, ideológicos.
De pronto Artigas pasa a ser
más importante que Belgrano y dicen que la verdadera Independencia se declaró
en el Congreso artiguista, del cual nadie tuvo noticias en su época y que
careció en absoluto de repercusión política nacional e internacional e
influencia real fuera del litoral. El Congreso del Tucuman pasa a ser la
declaración de Independencia de los malos, a pesar de que tuvo el respaldo de
la mayor parte de las provincias y el apoyo político de San Martín, Belgrano,
Pueyrredon y Gûemes y el reconocimiento
de las potencias extranjeras con el correr de los años. Pero queda más
simpático y está de moda proclamarse artiguista y decir que el congreso
artiguista fue más importante que el de Tucumán. Mitología pura, no historia.
2-Martín Kohan, en el ensayo
“Narrar a San Martín”, propone que entre Mitre, Sarmiento, Gutiérrez y Ricardo
Rojas, construyeron el mito sanmartiniano de forma que es casi indestructible.
¿Cómo se le entra a este mito? ¿Qué partes del mismo habría que desmantelar
para que podamos conocer a un San Martín más cercano a lo que realmente fue?
El mito mitrista básicamente
apunta a dos pilares de la Revolución de Mayo: la espada (San Martín) y la
política (Rivadavia). No importa que Rivadavia y San Martin se detestaran y
representaran dos proyectos políticos totalmente divergentes. Rivadavia, el
proyecto localista de la burquesía comercial porteña; y San Martin, el proyecto
continentalista de la Logia Lautaro.
A la inversa, los
revisionistas crearon un San Martin nacionalista, federal y católico que poco
tiene que ver con el San Martin real, que era continentalista y no nacionalista
estrecho, antifederal, defendía la monarquía constitucional y pertenecía a la
masonería desde los tiempos de Cadiz. Pero queda mal decirlo, porque las logias
masónicas eran antiabsolutistas y anticlericales y los nacionalistas católicos
se quedarían sin uno de sus héroes.
Como las ideas políticas de
San Martin no cuajaban con el liberalismo mitrista, la maniobra fue presentarlo
como un gran militar y un deficiente político. Todo lo que propuso que no
gustaba a Mitre pasó a ser fruto de la mala influencia de Monteagudo. El malo,
monárquico, jacobino, etcétera, era Monteagudo, a pesar de que hacía todo lo
que San Martín le ordenaba.
Los nacionalistas rosistas y
federalistas simulan que San Martìn nunca defendió la monarquía, ocultan que
los caudillos del litoral que se alzaron en el año veinte estaban aliados con
José Miguel Carrera, enemigo jurado de San Martín y de O`Higgins y que tenía
planes de regresar a Chile y hacer fusilar a ambos patriotas con apoyo
norteamericano. De la misma forma, minimizan las terminantes expresiones de
condena de San Martin hacia el federalismo.
Para tener una visión un poco
más justa con San Martín, hay que aceptarlo con sus ideas y sus
contradicciones. Ideas que no coinciden con lo que hoy consideramos
políticamente correcto. Contradicciones que no le restan grandeza.
San Martin era un gran
militar, sí, pero también era un gran político e intervino activamente en la
política y el gobierno del Río de la Plata, Chile y Perú a través de su
herramienta primordial: la Logia Lautaro. Fue con Belgrano uno de los pilares
del Congreso de Tucumán. Mediante un Acuerdo con Pueyrredon, su socio en la
Logia Lautaro, logró controlar el gobierno rioplatense durante el Directorio
Supremo. Mediante un acuerdo con O´Higgins a través de la Logia Lautaro, filial
chilena, logró controlar el gobierno de Chile. Recordemos que luego de
Chacabuco le ofrecieron el Directorio a él, no a O’Higgins, y se negó, para que
el gobierno quedara en manos de su socio chileno. En Perú asumió él mismo el Protectorado,
y logró entrar en Lima mediante rosca política y sin disparar una sola bala.
Era un político habilísimo, sólo que sus ideas no coincidían con las de Mitre.
Como militar y organizador del
cruce de Los Andes fue estupendo, pero digamos que no era infalible. Cometió un
error infantil en Cancharrayada que casi le cuesta su campaña. Su capacidad de
organizador era su mayor virtud.
Rojas creó el mito de un San
Martín desprendido que cede frente a Bolivar en Guayaquil, por su generoso
espíritu, pero esto no es así. Sin duda era un hombre abnegado y carente de
ambiciones personales, pero el paso al costado en Perú se debió a la falta de
plafond político ya que Buenos Aires no lo apoyaba, Chile no podía socorrerlo y
en Perú su Protectorado estaba muy debilitado, su ministro Monteagudo fue
derrocado por un golpe de estado y ese golpe era también contra él.
Desde el pensamiento político
podemos definir a San Martin como un cuadro revolucionario antiabsolutista, que
se oponía a la monarquía absoluta y a los borbones, pero que veía con buenos
ojos la monarquía constitucional. Era un liberal conservador: liberal en cuanto
antiabsolutista, y conservador en cuanto enemigo del desorden. Por eso no
quería el federalismo ni las sublevaciones sino que defendía el espíritu de
orden. Sus procedimientos, cuando le tocó gobernar en Perú, no estaban exentos
de autoritarismo, de restos de jacobinismo. No tenía inclinaciones religiosas
ni estaba a favor de la Iglesia, que en esos momentos era oficialmente
antirrevolucionaria.
3-¿Qué objetivos
ultranacionales se ven favorecidos con la construcción de un relato histórico
como el que se nos impuso desde los estamentos oficiales? ¿A quiénes beneficia
de puertas hacia adentro?
La construcción historiográfica
del mitrismo está íntimamente asociada con los intereses británicos y de la
burguesía porteña. Mitre es continuador de Rivadavia y construye su relato así.
4-Historiadores de estos
tiempos proponen hablar de “Padres fundadores de la Patria”, en vez de un único
Padre de la Patria. ¿Está de acuerdo con este concepto? ¿Quiénes deberían estar
en ese primer estante de la historiografía argentina?
Salvo excepciones, las patrias
no tienes padres, son construcciones colectivas, pero ocasionalmente encarnan
en una figura individual. No es el caso de Argentina. La Revolución
independentista argentina fue eminentemente colectiva y popular, y tuvo
referentes pero no un jefe individual.
San Martin Padre de la Patria
es un mito enorme. Una simplificación reforzada por las apetencias del Partido
Miltiar, que quería hacer de un general la figura tutelar del país. Se
construyó el mito de que la Revolución estaba al borde del fracaso hasta la llegada
del miltiar salvador, San Martin. Todo esto es pura ficción ideológica.
El concepto “padres
fundadores” tampoco es correcto, ya que se limita a transpolar una idea que
tuvo su origen en Estados Unidos.
En Argentina, fueron los pueblos
los protagonistas de la liberación, y hubo figuras representativas de las
vanguardias revolucionarias que operaron a lo largo y a lo ancho de América.
Si queremos mencionar casos
individuales, no podemos soslayar a hombres como Castelli, Moreno, Monteagudo,
Pueyrredon, Saavedra, el propio Rivadavia, Artigas, Güemes, que aun con sus
diferencias jugaron un papel importante en la conducción gubernamental y en la
lucha independentista. Pero el más grande de todos fue Manuel Belgrano.
Belgrano fue el gestor
ideológico de la Revolución desde el Consulado, uno de sus principales
organizadores hasta desembocar en la Primera Junta y luego en todos los
avatares hasta la declaración de Independencia, y fue el principal general del
país, el que la defendió en los campos de batalla, que organizó la resistencia
popular en el Norte y que salvó y consolidó la Revolución en las dos
principales batallas de la guerra de la Independencia en territorio
rioplatense: Tucuman y Salta.
La labor de San Martin fue más
continental. No participó en la gestación revolucionaria, llegó al país en
1812, cuando ya llevaba años de evolución política el experimento del
autogobierno criollo, y dejó el Río de la Plata en 1817 para dirigirse a Chile
y Perú, vale decir que estuvo apenas cinco años participando activamente aquí.
Jugó un rol importante en la caída del Primer Triunvirato, luego su figura quedó
oscurecida por la de Alvear para regresar con fuerza tras la caída de este y
cumplir un rol decisivo en el Congreso del Tucuman y en la organización del
Ejército de los Andes. El combate de San Lorenzo que tanto se glorifica fue un
episodio muy menor. El resto de su carrera fue lejos del Río de la Plata, por
lo que llamarlo Padre de la Patria es una operación sumamente forzada. Es uno
de los Libertadores de América, junto a Bolívar, Sucre, O`Higgins, Castelli,
Belgrano y tantos otros. Como doiej, su proyecto no era nacional sino
continental.
5-Hay próceres de los
primeros tiempos revolucionarios, pensemos en el lapso que fue desde 1808 hasta
1830, con toda la flexibilidad que sea necesaria, que casi fueron negados por
la historia oficial, por lo menos, disminuidos en cuanto a la importancia de lo
que hicieron, entre tantos que podríamos citar, Monteagudo, Castelli, Tomás
Guido. ¿En qué hubiera perjudicado al relato oficial un justo reconocimiento a
sus extraordinarios aportes?
No hubiera perjudicado en nada
a ningun relato histórico que respete los hechos pero perjudicaba a la
pretensión del Partido Militar de erigir un Padre de la Patria militar, general
del Ejército y salvador de la patria puesta en peligro por los incompetentes
civiles que era el relato que se quería transmitir en la enseñanza escolar
desde 1930. Todas esas personas, y Belgrano mismo, no eran militares
profesionales. No olvidemos que desde 1930 el país fue gobernado mayormente por
el Partido Militar con breves interregnos civiles hasta el fin de la última
dictadura.
6-Varias veces hemos hecho
referencia al relato oficial de la historia, ¿por quiénes sigue siendo sostenido
en la actualidad?
Yo creo que no hay un solo
relato oficial hoy en día, sino que hay varios relatos oficiales de acuerdo a
la historiografía que predomine. Y que todos tienen elementos falsos,
simplificadores y maniqueos. Ahora, por ejemplo, para los liberales, Rosas
sigue siendo innombrable y Sarmiento un héroe, mientras que para los
nacionalistas Rosas es el sucesor de San Martin y Sarmiento la peor porquería.
Los primeros no pueden reconocer nada bueno a Rosas y los segundos ni siquiera
le reconocen a Sarmiento el ser el creador de la educación primaria pública,
gratuita y laica para todos, la educación popular. Con visiones tan parciales y
sesgadas no se puede construir un país. Por eso Peron en los años setenta
recomendaba terminar con ese maniqueísmo en la historia e integrar las
distintas corrientes rescatando lo bueno de cada una en la construcción del
país. Que no logremos salir adelante es fruto de esa incapacidad de integrar
nuestra historia como una historia común, como una historia de todos los
argentinos, sumando en vez de restar.
7-En el relato citado
prácticamente no figuran las mujeres, ¿cuál le parece que hayan sido los
motivos de esa casi invisibilización?
El motivo es el machismo
cultural argentino que atravesó todas las ideologías y todas las corrientes y
no es patrimonio exclusivo de nadie sino pecado común de todos, salvo honrosas
excepciones como Belgrano. Las mujeres fueron protagonistas durante la guerra
de la Independencia y entonces se les permitieron algunas libertades porque los
hombres estaban en el frente de batalla, cuando no eran ellas mismas las que
luchaban, pero después les sacaron todos los derechos concedidos de mala
voluntad y volvieron a ser esclavizadas e invisibilizadas por la historia
escrita por los hombres.
8-Se suele decir que la
historia argentina es cíclica, que cada tantos años nos vuelven a suceder casi
las mismas cosas. ¿Coincide con esta proposición? En caso afirmativo, ¿a qué
adjudicaría la probable presencia de esos ciclos?
No coincido, la historia
nuestra es muy irregular y con muchos altibajos, con períodos de éxitos y
esplendor y largos períodos de decadencia, pero de ninguna manera siguiendo
ciclos.
9-¿Podríamos pensar que los
movimientos revolucionarios en lo que después será Latinoamérica fueron
inspirados por padres jesuitas en una especie de guerra o revancha religiosa
dentro de la iglesia?.
De eso no me cabe duda y lo
digo en mi libro Anticristo. Esta poco estudiada la infuencia jesuítica en la Revolución
pero para mí es indudable. Mas que una guerra dentro de la iglesia, fue una
venganza contra los Borbones.
10-Sabemos de su preferencia,
a nuestro modo de entender justa, por próceres como Monteagudo, Castelli,
Belgrano, por lo menos el que no se enseña para nada en los colegios, también
de un San Martín casi desconocido. ¿Qué propuestas haría para que estas
personalidades y sus pensamientos y acciones sean mejor conocidas por los
alumnos?
Estudiarlos sin prejuicios,
saliendo del maniqueísmo de buenos y malos.
11-En el final, ¿piensa que
actualmente estamos viviendo un nuevo, o mejor dicho, una nueva versión, de las
tantas que ya se han dado, del encarnizado enfrentamiento entre unitarios y
federales?
De ninguna manera. El
federalismo fue absolutamente derrotado. Vivimos en un país solo en apariencia
federal, pero donde ha triunfado en los hechos el unitarismo. No escuchará a
nadie que defienda el unitarismo porque es políticamente incorrecto, todos
dicen ser federales, pero es una absoluta mentira. Es un país organizado
institucionalmente como si fuera una repúblicaa federal pero en los hechos se
maneja como un unitarismo porteño en todos los aspectos: económico, cultural,
poblacional, etcétera. Ganaron Rivadavia y Mitre. Perdió Alberdi. Cuarenta por
ciento de la población del país vive en Buenos Aires y el gran Buenos Aires y
el resto del país esta despoblado y subdesarrollado. Hasta en las provincias más
remotas, los noticieros pasan noticias… ¡de Buenos Aires! Hay gente que no
tiene idea de cómo es nuestro país, y los que pueden viajar muchas veces
prefieren irse al exterior. El federalismo es solamente una pose. Construir un
federalismo en serio sería el gran desafío.
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